dilluns, 21 de desembre del 2015

Entrevista: Alfred Fernández “Los sistemas educativos necesitan una transformación radical”

JF> La educación es una prioridad en la agenda de los países de la UE. A grandes rasgos, ¿cuál es la situación de la educación en Europa?

AF>La Unión Europea está entrando en la sociedad de la información y/o del conocimiento, sociedad en la que el bien económico esencial es el saber y el conocimiento. La educación se presenta así no como un elemento sino como “el” elemento fundamental para la configuración del sistema social del siglo XXI. Al mismo tiempo, se percibe con urgencia la necesidad de una reformulación de la arquitectura de las sociedades democráticas, sometidas a la doble presión de la mundialización y de las autonomías regionales y/o locales. Esto se observa de manera particular en los países de la Unión y ha motivado el debate en torno al buen gobierno europeo. En cuanto estructurantes de la nueva sociedad del saber, los sistemas educativos necesitan, en palabras de la Comisión Europea, «una transformación radical» para hacer accesible a todos los ciudadanos de manera permanente una oferta de educación. Esta transformación debe permitir la puesta en marcha de políticas en las que participen los tres sectores que componen el sistema social: autoridades públicas, sector privado y sociedad civil. Esta responsabilidad conjunta de los asuntos públicos conlleva un cambio fundamental del papel del Estado. Su misión esencial es «la puesta en marcha y el mantenimiento de marcos jurídicos y reglamentarios equitativos, eficaces y estables que rijan las actividades públicas y privadas», como ha dicho el PNUD. En el buen gobierno, la sociedad civil, concebida como «la parte de la sociedad que establece vínculos entre los individuos y el dominio público y el Estado», tiene un papel nuevo y fundamental de contrapeso al poder de los gobiernos y de vigilancia de las irregularidades sociales al permitir al ciudadano participar de manera directa en las actividades económicas y sociales. Las circunstancias parecen propicias entonces para reformar los sistemas educativos con la finalidad de que respondan de manera adecuada al estándar definido por la UNESCO en la Declaración sobre la diversidad cultural y asumido por la Unión Europea: “Toda persona tiene derecho a una educación y formación de calidad que respete plenamente su identidad cultural”.

JF> ¿Cuál debería ser el papel de la sociedad civil en la educación?

AF> En los últimos años la reflexión sobre la sociedad civil se ha desarrollado de manera importante a la par que emergía el fenómeno de las organizaciones no gubernamentales. El crecimiento de estas últimas ha sido espectacular en los años 90. Sirva de ejemplo el crecimiento de ONG’s con estatuto consultivo ante las Naciones Unidas, que han pasado de unas 500 a más de 2.500 en diez años. Este crecimiento refleja la persistencia de un déficit democrático en las sociedades actuales, manifiesto de manera sintomática en los países de la Unión Europea. Este déficit ha motivado la reflexión sobre el buen gobierno y cristalizado en el debate sobre el Libro blanco antes citado. La OCDE estima, por su parte, que «implicar a los ciudadanos en los procesos de decisión es una inversión rentable que se sitúa en el corazón del buen gobierno, contribuye al refuerzo del sentido cívico y de la confianza en la administración así como la mejora de la calidad de la democracia». La aparición de la sociedad civil o, mejor dicho, la visibilidad de este «tercer sector» modifica sustancialmente la concepción tradicional del sistema social tal como lo entendían el liberalismo y el socialismo.

JF> Según el Libro blanco sobre el gobierno que recoge ideas del PNUD, el buen gobierno se funda en cinco principios: apertura, participación, responsabilidad, eficacia y coherencia. La participación parece esencial….

AF> Efectivamente, la importancia de la participación es evidente y consensual. Lo que ha presentado notables dificultades es organizarla, tanto a nivel del centro educativo como al de las políticas globales. La razón fundamental reside en que, dejando de lado los recientes fenómenos de descentralización, la educación ha sido considerada como un asunto que debía estar --por las repercusiones en la cohesión social y la unidad del Estadonación-- directamente controlada por las autoridades del Estado. Esta idea, ciertamente poco democrática en su origen, no ha sido cuestionada de manera fundamental hasta época reciente. Considerada la educación de este modo, nunca se pensó, salvo en algunos países de tradición pluralista muy marcada, como Bélgica, Holanda o Dinamarca, en dar a las organizaciones de la sociedad civil una participación directa en la gestión del sistema educativo. Otro elemento ha incidido negativamente y de manera paradójica. Se trata de la utilización del sistema educativo para lograr la igualdad. Intentando compensar en el sistema educativo las desigualdades de las familias se intentó y logró una separación entre la familia y la escuela. Esta idea ha tenido un resultado perverso hoy muy perceptible: el desinterés de los padres por la educación de los hijos. La participación que plantea la noción del buen gobierno tiene que fundarse, al menos en la Unión Europea, en una subsidiariedad activa. La primera función del Estado sería entonces trabajar en favor de un «empowerment» de los actores del sistema educativo, o mejor, de los stakeholders para que estos lleven el peso del sistema.

JF> ¿Cual sería entonces la función de los poderes públicos?

AF> Su misión esencial sería la que asigna el PNUD, es decir «la puesta en marcha y el mantenimiento de marcos jurídicos y reglamentarios equitativos, eficaces y estables que rijan las actividades públicas y privadas». Dentro de esta misión ocupa un lugar central, como en todos los derechos sociales, el tema económico. Es función del estado la financiación del sistema educativo con fondos públicos para garantizar la gratuidad. El principio de subsidiaridad, antes citado, permite una mejor comprensión de la función del Estado. En este sentido la primera pregunta que debe plantearse en cada caso es “si la actuación pública es realmente necesaria.” En el importante documento «Crear un espacio europeo de la educación y la formación permanente» la Comisión Europea plantea las funciones y responsabilidades del Estado de la manera siguiente: «Las autoridades públicas son responsables de la puesta a disposición de los recursos necesarios para garantizar el acceso de todos los ciudadanos a la enseñanza y formación obligatorias y la adquisición de competencias de base una vez finalizada la enseñanza obligatoria (…) Además deben encargarse del desarrollo e implementación de la estrategia de educación y formación permanentes a todos los niveles». La Unión Europea en su programa de trabajo «Educación y formación 2010» ve la necesidad de «fomentar una asociación más eficaz de los actores clave que incluya empresas, interlocutores sociales e instituciones educativas a todos los niveles» y que «deben impulsarse asociaciones a todos los niveles (nacional, regional, local, sectorial), para garantizar, merced a una responsabilidad compartida, la plena participación de todos los socios (institucionales, interlocutores sociales, alumnos, docentes, sociedad civil, etc.) en la puesta a punto de sistemas de educación y de formación flexibles, eficaces y abiertos hacia su entorno».

JF> Usted insiste mucho en el hecho de la educación como derecho fundamental.

AF> Como usted sabe, todos los países de la Unión, también los recién llegados, protegen a nivel constitucional este derecho aunque esto no suponga que exista un pleno respeto de todas sus dimensiones como han puesto de manifiesto las decisiones del Consejo Constitucional francés o del Tribunal Constitucional español. Con la intención de fortalecer aún más esta protección se incluyó el derecho a la educación en la Carta de derechos fundamentales del 2000, cuyo estatuto jurídico no está aún claro, pero que probablemente se incorporará a futura Constitución Europea.
Puede parecer una perogrullada decir que la educación es un derecho humano. Sin embargo hay que reconocer que la comunidad internacional no ha abordado, hasta fecha reciente, las temáticas educativas con este enfoque. La prueba más clara de ello es que hasta 1997 ningún mecanismo de protección de derechos humanos de las Naciones Unidas se había ocupado de la educación como derecho. Otro ejemplo lo tenemos en la UE con el debate sobre el artículo 14, que sirvió para ver el poco interés que tenían los Estados de la Unión en garantizar de manera eficaz el derecho a la educación. El artículo 14, que podría verdaderamente haber incorporado todo el “acervo comunitario” imponiendo un estándar elevado de protección, se quedó en un mínimo común denominador que permite una gran diferencia en las políticas de los Estados y que ciertamente no
garantiza eficazmente el derecho.


(*) ALFRED FERNÁNDEZ es director general de OIDEL, ONG con estatuto consultivo ante la ONU y la UNESCO, especializada en el derecho a la educación y la libertad de enseñanza. Fernández trabaja desde hace veinte años en favor del reconocimiento de la educación como un derecho fundamental a nivel internacional, es decir, como un derecho reclamable ante los tribunales nacionales e internacionales. Ha escrito numerosos trabajos sobre este tema y ha sido profesor invitado en un buen número de universidades. De paso por Barcelona ha accedido a
responder a nuestras preguntas.

Jordi Franco

Entrevista publicada al número 2 de Fapel News, Gener 2007

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada