El Informe 2004 sobre el desarrollo
humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)
consagrado a las libertades culturales ha sido poco divulgado. Sin
embargo, se trata de un texto de gran interés por su heterodoxia.
Parte de la idea que la diversidad es garantía de los derechos
humanos y arremete contra los mitos que justifican las miradas
sospechosas con que la mayoría de los Estados observan la
diversidad.
El PNUD considera imprescindible la
revalorización del pluralismo y de la diversidad. La diversidad,
afirma el informe, es riqueza y fuente de posibilidades para los
individuos y las sociedades. Y es verdad que tímidamente, la mirada
hacia la diversidad cambia actualmente. De amenaza se vuelve riqueza
cuando se reflexiona sobre el hecho que la diversidad es constitutiva
de toda sociedad y de la naturaleza en general.
Como ha dicho P. Meyer-Bisch,
reconocido experto sobre el tema, «el respeto y el desarrollo de la
diversidad de las personas, de los actores y de los valores son el
fundamento clásico de las libertades en todos los campos de la
sociedad. Por la función específica del campo cultural que puede
definirse como una circulación de saberes (...) la diversidad
cultural es el primer componente de todo desarrollo humano. Garantiza
y aumenta las posibilidades de elección, las capacidades de las
que cada uno dispone, individualmente o en comunidad».
En el terreno educativo, el pluralismo
y la diversidad son exigencias de la laicidad del Estado. Los poderes
públicos deben garantizar las condiciones que permiten a cada hombre
o colectivo, independientemente de su elección filosófica,
religiosa o ética, de recorrer el camino del propio desarrollo
personal o social.
Existe un sólo límite a este derecho:
el respeto de la misma libertad en los otros ciudadanos. ¿Cuál es
entonces la función del Estado laico? No la de abstenerse de
intervenir. Tampoco la de intervenir contra uno a favor de otro ni
«contra todos». El estado laico debe intervenir positivamente para
garantizar a todos y a cada uno el ejercicio libre del derecho a un
autónomo desarrollo personal y social.
Los sistemas educativos actuales están
muy lejos de estas ideas. Es verdad. Y es igualmente posible que la
ceguera hacia la identidad cultural en la educación haya producido
enormes desafueros. Esta ausencia es debida a la concepción misma de
la educación a la escala del Estado-nación: la educación está
íntimamente ligada al proceso de constitución del Estado moderno y
refleja sus crisis y desvaríos. Así, como afirma Della Fratre, «se
puede legítimamente pensar que la ineficacia de los esfuerzos
producidos hasta ahora y la radical insuficiencia de los resultados
obtenidos en orden a la educación del hombre para sus
responsabilidades (ahora ‘mundiales’) y para su presencia en lo
social, deban atribuirse a una concepción errónea de la sociedad o
mejor del eje
persona-sociedad-Estado».
Alfred Fernández
Article publicat al número 2 de Fapel News, Gener 2007
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