Paco Gay, Profesor, Colaborador Científico
Área de Dirección de Personas en la Organización
IESE - Universidad de Navarra
De pequeño tuve la suerte de poder
convivir muy estrechamente, y durante mucho tiempo, con mis abuelos paternos. Aunque
entonces no fui muy consciente, le debo muchas cosas a esa experiencia sin par.
Por ejemplo le debo haber “bebido”, vivencialmente más que en lecciones de
aula, cultura popular a raudales y, con ella, lecciones magistrales de
economía, de gestión, de negocios, de dirección de personas, de comunicación no
verbal, de estrategia, de marketing, de…, en fin, de la vida.
Como le gustaba decir a Juan
Antonio Pérez López, q.e.p.d., en su taxonomía educativa, mis abuelos fueron
auténticos maestros para mí, y no instructores ni profesores, porque me
enseñaron a vivir y no sólo me transmitieron conocimientos que, por otra parte,
los tenían aunque muy limitados. Seguro que no pasarían hoy el corte de la
Primaria por mucho que la Logse la haya devaluado. Me inculcaron que “cuesta
más hacer las cosas mal, que hacerlas bien”. Con el tiempo leería –como tantos
otros– a Tom Peters y lo de la excelencia. Viví las consecuencias de actuar
irreflexivamente, con el cariño de la abuela ayudándome a ver la conveniencia de
planificar, actuar en el momento adecuado, recorriendo conmigo el proceso de
análisis de las consecuencias, para los demás y para mí, de mis decisiones y
actos; enseñándome a generar alternativas, animándome a no renunciar al
objetivo ante circunstancias y/o condicionantes adversos, enseñándome la
diferencia entre circunstancia y condicionante y, en ambos casos, a asumir que
la decisión era mía y no de los factores del entorno.
Claro que, ahora, quizá lo puedo
escribir así porque, con el tiempo, yo también leí a Edward de Bono y descubrí
lo del pensamiento lateral, leí a S. Covey y me empapé de sus siete hábitos e
incluso del octavo, leí a Schein y relacioné estrategia, plan de acción y resultados,
y también leí a Peter Drucker, y a Kottler, y a muchos otros que han
configurado mi pensamiento. Apareció el coaching y recordé lo del
acompañamiento de mi abuela, con mucho cariño, en el análisis del proceso de
decisión de mis actos irreflexivos y, mejor aún, en la toma de conciencia de
las consecuencias de mis actos y decisiones en los demás. Claro que como
vendedor y posteriormente jefe de ventas estaba bastante acostumbrado a lo que
por aquel entonces tan sólo se conocía como “visitas acompañadas” y “retro visitas”
y, si por aquel entonces nos hubieran dicho que eso era coaching, hubiéramos
soltado algún exabrupto al interlocutor. Después leí y estudié pero antes viví
y, sinceramente, creo que nada de lo que los Gurús me aportaron hubiera servido
de mucho sin lo anterior.
Mi abuelo me hizo un día la siguiente reflexión: “en los tratos, siempre
sucede que lo que uno pierde otro lo gana”. Me reí. Hoy creo que es la mejor
lección de economía y comercio que nadie me haya dado nunca. En una conversación
entre ellos pude oír que: “toda finca se puede mejorar, hasta la total ruina
del propietario”. No creo que haya nada mejor para poder comprender el
significado del ratio coste/utilidad. A mi abuela le gustaban mucho los
refranes y sabía muchos más de los que yo ahora –por desgracia para mí–, sé.
Ella me enseñó a descubrir las lecciones de vida que hay en las estrofas de los
cantes populares, cantaba para mí y, luego, me comentaba la letra y su
significado. “Hay ahorros que cuestan dinero”, me comentó una vez. ¿Se le
ocurre a alguien mejor manera de diferenciar inversión de gasto? “El mundo es
redondo, da vueltas y, a la larga, siempre paga o cobra”. Pues esto ha dado
lugar a bibliotecas enteras que bastantes hemos leído y que no tantos han
integrado en su vida.
Teoría sobre práctica
Los Gurús
me ayudaron a poner teoría sobre la práctica y, en muchas ocasiones, a tener una
visión más esférica, global y biunívoca de los temas que, hasta entonces, habían
sido para mí lineales y unívocos. Hoy, desde mi perspectiva de profesor de
escuela de negocios y consultor, detecto muchas situaciones inversas: personas que
tienen un elevado contenido teórico pero que no han tenido, aún y a pesar de sus
más de 35 años como media, experiencias vitales con las que contrastar y asentar
esos conocimientos teóricos ni, en su niñez y primera juventud, un coach como
mis abuelos lo fueron para mí. Observo cómo los Gurús crecen en cantidad, en
intensidad y en influencia, mientras que la cultura popular se desvanece y la experiencia
vivencial se retrasa y cómo, por otra parte, los tiempos modernos no facilitan
precisamente la convivencia de tres generaciones en un mismo hogar.
Los directivos demandan sesiones de formación en las que se les ayude a
recuperar sentido común. Empiezan a estar decepcionados de la técnica y de los Gurús
y detectan que les falta “sentido común”. Hartos de cambio de léxico, no necesariamente
acompañado de cambio de concepto, buscan las raíces y empiezan a ser conscientes
de que de mala manera se puede gestionar el EBITDA si uno no comprende el
sentido común que hay tras el concepto “margen de contribución”. Empiezan a
sentirse víctimas de una moda que les lanza a una permanente actualización terminológica,
mejor si es en inglés, en la que tan sólo cambian los términos. Se empiezan a
cansar del análisis del matiz sin que se les ayude a comprender el fondo.
Me temo que podemos estar en
vísperas de un nuevo “pendulazo” y, esta vez, en sentido contrario: decidir el
regreso al sentido común y prescindir de los Gurús. Yo creo que ambos son necesarios,
por complementarios, pero también creo que nos hará bien ser capaces de
recuperar el orden adecuado: sentido común y Gurús, y que nos vendrá bien recordar
que los auténticos sabios de la humanidad son del siglo II antes de Cristo y
anteriores. Que la humanidad lleva siglos sintetizando sentido común y que esa
síntesis sigue siendo válida por mucho que la técnica, la tecnología y la cibernética
avancen. Que hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad, se puede escuchar
en zarzuelas del siglo pasado, y fue Heráclito quien formuló aquello de que lo
único que permanece es el cambio, lo cual no obsta para atender a los últimos descubrimientos
sobre el funcionamiento del cerebro humano y las explicaciones científicas que
están aportando “racionalidad” a lo que Aristóteles ya formuló, tras la observación
de la conducta humana, en su filosofía empírica.
Aristóteles y Góleman, por
ejemplo, se complementan. Pero creo que es más útil a la persona intentar
aplicar Góleman si previamente ha leído y comprendido a Aristóteles, que
aplicar Góleman desconociendo a Aristóteles. “Somos enanos a hombros de
gigantes”, para finalizar, es otra frase que me explicó la abuela. Creo que es un
buen resumen de la evolución de la humanidad y un buen cristal para mirar el
mundo actual.
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