dilluns, 21 de desembre del 2015

Apostar por la diversidad

El Informe 2004 sobre el desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) consagrado a las libertades culturales ha sido poco divulgado. Sin embargo, se trata de un texto de gran interés por su heterodoxia. Parte de la idea que la diversidad es garantía de los derechos humanos y arremete contra los mitos que justifican las miradas sospechosas con que la mayoría de los Estados observan la diversidad.
El PNUD considera imprescindible la revalorización del pluralismo y de la diversidad. La diversidad, afirma el informe, es riqueza y fuente de posibilidades para los individuos y las sociedades. Y es verdad que tímidamente, la mirada hacia la diversidad cambia actualmente. De amenaza se vuelve riqueza cuando se reflexiona sobre el hecho que la diversidad es constitutiva de toda sociedad y de la naturaleza en general.
Como ha dicho P. Meyer-Bisch, reconocido experto sobre el tema, «el respeto y el desarrollo de la diversidad de las personas, de los actores y de los valores son el fundamento clásico de las libertades en todos los campos de la sociedad. Por la función específica del campo cultural que puede definirse como una circulación de saberes (...) la diversidad cultural es el primer componente de todo desarrollo humano. Garantiza y aumenta las posibilidades de elección, las capacidades de las
que cada uno dispone, individualmente o en comunidad».
En el terreno educativo, el pluralismo y la diversidad son exigencias de la laicidad del Estado. Los poderes públicos deben garantizar las condiciones que permiten a cada hombre o colectivo, independientemente de su elección filosófica, religiosa o ética, de recorrer el camino del propio desarrollo personal o social.
Existe un sólo límite a este derecho: el respeto de la misma libertad en los otros ciudadanos. ¿Cuál es entonces la función del Estado laico? No la de abstenerse de intervenir. Tampoco la de intervenir contra uno a favor de otro ni «contra todos». El estado laico debe intervenir positivamente para garantizar a todos y a cada uno el ejercicio libre del derecho a un autónomo desarrollo personal y social.
Los sistemas educativos actuales están muy lejos de estas ideas. Es verdad. Y es igualmente posible que la ceguera hacia la identidad cultural en la educación haya producido enormes desafueros. Esta ausencia es debida a la concepción misma de la educación a la escala del Estado-nación: la educación está íntimamente ligada al proceso de constitución del Estado moderno y refleja sus crisis y desvaríos. Así, como afirma Della Fratre, «se puede legítimamente pensar que la ineficacia de los esfuerzos producidos hasta ahora y la radical insuficiencia de los resultados obtenidos en orden a la educación del hombre para sus responsabilidades (ahora ‘mundiales’) y para su presencia en lo social, deban atribuirse a una concepción errónea de la sociedad o mejor del eje
persona-sociedad-Estado».

Alfred Fernández
Article publicat al número 2 de Fapel News, Gener 2007



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